La decisión estaba tomada. Volveríamos. En otra oportunidad conoceremos Los Glaciares.
Después de un buen desayuno y tempranito, partimos de Los Antiguos hasta Perito Moreno donde cargaríamos combustible ya que al preguntarle de casualidad al empleado de la YPF de los Antiguos nos dijo que mañana no tenía horario de apertura. Sencillo: NO TENIA NAFA.
Sol, por fin! La ruta es un verdadero desierto.
Una larga línea recta en el final del horizonte. Un desvío nos saca de la ruta 43 y nos direcciona en la mítica Ruta 40.
Comienza un ripio importante en kilómetros y bastante bien consolidado. En largos tramos se está asfaltando lo que será la próxima ruta y al costado en otras ocasiones se ve la antigua 40.
Un cartel viejo y oxidado nos indica los kilómetros hasta Perito Moreno… parece aquellos carteles de las malas películas de terror yanqui…
Acá recargamos el tanque de la Lola y los dos bidones por las dudas.
15 kilómetros antes de Rio Mayo nos detenemos al lado de un Fiat Idea color gris que en medio del viento feroz, sin sombra y con sol y calor, intentaban arreglar un dispositivo que se había roto de tanta vibración. Una familia de 4. Como no teníamos forma de ayudarlos prometimos contactar a un auxilio mecánico en Rio Mayo. Al llegar nos dirigimos a la única estación de servicio del lugar e inmediatamente el propietario se puso a realizar llamadas telefónicas hasta conseguir que Mario Sandoval se aprestara a llegar hasta donde se encontraban estos turistas. Volvimos a recargar combustible, por las dudas tuviéramos sorpresas.
Rio Mayo es una pequeña localidad a la que actualmente le está “pasando” el asfalto entonces es un lio entrar y salir. Muchísimo viento y tierra. Forma parte del corredor Bioceancio Argentino Chileno. Comimos algo de los sobrantes de la conservadora aunque nos tentaba la idea que nos pasaron en la estación de servicio: ir a comer a “Lo del Gordo”… pero como el calor adormece, simplemente una picadita corta ya en camino y una latita de Quilmes bien helada.
Desde Rio Mayo y ya con asfalto impecable de la ruta 22, nos dirigimos a Tecka. 30 kilómetros antes de llegar a esta localidad la ultima pesadilla que se pueda tener. La Lola comenzó a quejarse. Parecía que no quería volver. Nos miramos. Seguimos un tramo mas y paramos en la banquina. Paseamos unos minutos un poco preocupados. Sabíamos que a veces, apagando el motor por completo la computadora se “resetea” y si hay alguna falla se puede zafar.
Para darle un poco de aire, nos fumamos un cigarrillo mirando la gran estepa calurosa. Un sol importantemente alto, rajaba la tierra. Debemos hacer un alto en la escritura para recordarles que siempre paramos cuando vemos a alguien en problemas. NADIE PARO, aun con el capot levantado. No importa, dijo el gordo “haz el bien sin mirar a quien”.
Vuelta a sentarnos, antes de encender el motor, nos volvimos a mirar, casi un rezo silencioso. Arranco. Bien. Un poroto a su favor… no pensaba dejarnos tirados en la ruta.
Seguimos. Gobernador Costa a la vista… empezó la falla de nuevo… prácticamente el tanque lleno. No paramos. Seguimos.
Tecka a la vista: volvió la falla. No quiso saber más nada. El gordo pensó que al haber cargado tanto combustible en tantos lugares podría haberse tapado algún inyector. Compramos limpia inyectores y nos tomamos un café muy caliente en una estación abarrotada de gente, con mucho calor, mucho viento y una interminable cola para combustible.
Nos dejaría La Lola?
Arranco, segundo poroto a su favor. Un par de kilómetros más y nuevamente se empaco. Volvió a fallar pero cada vez peor.
Ya ni idea que pensar… empezamos a deshilvanar hipótesis. Ninguno de los dos somos mecánicos. O sea una conversación de borrachos. El filtro de aire? Imposible, era nuevo y el más caro.
Ya que la falla había sido reiterativa teniendo menos de medio tanque de combustible barajamos la hipótesis de que podía ser justo eso… como la bomba trabaja sumergida para enfriarse dijimos: si rellenamos el tanque de nafta vaciando los dos bidones que traíamos (20 litros, 5 galones o lo que quedo después que el viento casi nos vuela todo) la cosa podía solucionarse y esperamos. No sé qué. Pero esperamos. La dejamos descansar un rato, tal vez se solucione…
Arrancamos. No pasaba las 2500 vueltas, cuando acelerábamos parecía el batimovil con su gran paracaídas de tan frenada que iba… tosía como una tuberculosa, explotaba por delante y por detrás, en un momento descoloco el filtro de aire de su lugar, zafando la abrazadera y como pudimos, con paciencia, llegamos a Esquel (velocidad crucero 70 km/h)
No pensábamos entrar pero perdido por pedido, llegamos hasta la primer YPF y volvimos a llenar el tanque con la ilusión que si era una basura en la bomba o filtro de nafta, a lo mejor y con suerte por el movimiento de líquido y tanque lleno, nos diera una chance… solo nos faltaban 300 km… casi todo en subida.
Salimos nuevamente a la ruta. Cada vez más preocupados. Ni hambre teníamos.
Tironeando como un potro chúcaro, nos dejo arribar a El Bolsón… el calor era atroz y había una superproducción de turistas, felices, contentos, caminando sin mirar al cruzar y nosotros preocupados y amargados porque además de terminarse nuestro viaje no era final que teníamos previsto.
En el Automóvil Club (lleno de gente) cargamos otra vez más el tanque y como última alternativa, sacudimos el filtro de aire y desconectamos los bornes de la batería (por aquello de resetear). Repetimos: no somos mecánicos, pero de tanto escuchar algo queda y ante la perspectiva de quedar tirados a la vera del camino intentábamos cualquier cosa…
Arranco. Tercer poroto a su favor. Otra vez en marcha… faltaban apenas un poco más de 100 Km para llegar a casa.
Una cuadra más adelante una verdulería a la vista y sobre la vereda con la calidad que caracteriza a todos los vegetales del Bolsón, le dimos una nueva oportunidad. Apostamos por La Lola. La llenamos de verdura fresca: redondos tomates, perfumado cilantro, limones jóvenes, pimientos rojos como la sangre… en fin… para que seguir. Si! Y también un poco de cordero para la noche, algo de carne para el día siguiente… la cargamos de cosas lindas a ver si se componía la loca!!!!
Mas contento que chico con juguete nuevo, arrancamos de nuevo… ni una falla… le había gustado que la mimáramos… felices decidimos prolongar unos minutos más las vacaciones, esos minutos extras de no querer llegar y formar parte de un lugar turístico como un turista mas… ante nuestra vista apareció como un oasis en el desierto el Patio Cervecero de Cerveza El Bolsón… estaba lleno. A rabiar… todos contentos charlaban fuerte, de vacaciones, con calor, colorados del sol, el camping a full… y nos sentamos en una mesa a mirar la hermosa Lola…
Mientras yo pedía dos cervecitas caseras (para mí con ají picante y para el gordo una negra bien fuerte) él se escapo a la proveeduría del camping a comprar una bolsa de leña porque en casa no estábamos seguro de tener, para un asadazo ni bien llegáramos sin descargar nada de la Camio, eso quedaría para mañana, disfrutaríamos de haber llegado a destino sin más fallas…
Arrancamos un poco más optimistas. Todo iba bien. Llegaba la noche. Un par de tirones a la altura del Cañadón de la Mosca nos dejo en silencio. Pero aun seguíamos en camino.
Mascardi a la vista. No quiso saber más nada. Imposible dejar pasar lo que estaba fallando a cada metro de asfalto. No quería mas Lola valga la redundancia…
A 1200 vueltas o lo que en otras palabras es a 50 o menos kilómetros por hora llegamos al desvío de ruta 40 y el ingreso a Lago Gutiérrez tratando de no entrar por la ciudad y así acortando la agonía…
Una curva, mucha tierra, noche cerrada. La “tosida” final.
Se apagaron las luces, los controles se callaron y ahí nos quedamos. No podía ser. Imposible, imposible quedarnos.
Invocamos a todos los santitos y arranco… y recordamos la gloriosa frase de nuestro Amigo y Mecánico de cabecera Fabián: “así como esta me voy a cualquier lado”… casi nos reímos pero de nervios. Esto no podía estar pasando.
Llegamos al cruce de Cerro Catedral y Av. Pioneros. Íbamos cada vez más lento… pero llegando.
Exactamente a 50 metros del portón de casa, una última tos la hizo callar. No más.
Daba risa realmente. Era para llorar.
Arranco una vez más. Cuarto poroto a su favor. Llegamos a casa.
Fiel hasta el final como solo un jeep podría hacerlo!!!!!!!!!!!!!
A este punto de la historia, los dejaríamos en ascuas si no les contáramos el final de la historia… el domingo después de descargarla toda, decidimos salir a probarla ya con todos los sentidos puestos y sin la presión del viaje, para poder comentarle a Fabián todas las fallas. Tomamos nuevamente la ruta… (En otros momentos de mi vida hubiera llevado un bidón de 5 lts de kerosene y una caja de 222 patitos parafraseando a Larsson: el chico que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina…)
La probamos en todas formas repitiendo la falla, sacando nuevamente el filtro de aire de su lugar… Ahí me doy cuenta que faltaba una pequeña chapita de aluminio de la boca de la toma de aire que los cranotecas de la casa que regularon el equipo de GNC (que tenemos instalado para el cabotaje) habían colocado para disminuir el paso de aire…
El lunes por la mañana temprano… a lo de Fabián… probamos si saber que era la falla y concluimos que era filtro de nafta tapado… buscamos la chapita en el múltiple de admisión, pero no la encontramos… supusimos se cayó en la ruta… cuando volvíamos para casa… un sonido como metales triturándose nos sorprendió… la paramos y dejamos a la vera del camino, ya sin más esperanzas… llegó a lo de Fabián a la tarde sobre una camilla (S.O.S)… aun agradecido que no nos dejo en la ruta cargados…
Después de una semana, desarmamos motor, solo fue una válvula y gracias a Dios nada de pistón ni perno, cambiamos el filtro de nafta y la falla aun persiste… solo nos resta probar la bomba de nafta si entrega el caudal necesario… continuara…
Continua link.... (final de La Lola)
http://carreteraaustralruta7.blogspot.com/2011/02/final-de-la-lola.html
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